Su corazón es tierno y la codicia aún no aterriza en sus morras. El Gera parece no acusar recibo de que si no paran la deforestación se acabará el agua. Sin embargo, los pequeños alzan la voz y amenazan con amar el bosque y cuidar ranas, osos y monos… para siempre.

Seleni Izquierdo tiene cinco añitos y se hace una bolita de carne cuando le preguntan cómo se llama. Sonríe de puro nervio contenido, se coge las manitos sudorosas y otea a sus compañeros de aula a ver si alguno tiene a bien soplarle su nombre.

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Al fondo del salón, Jean Pierre está terminando de convertir piedras redondas como huevos prehistóricos, en cándidas mariquitas, roedores bonachones y abejas glotonas. Los otros diez compañeritos están anonadados mirando el video que AMPA ha preparado sobre esta fábrica de la felicidad y las buenas intenciones llamada “Tierra de Niños y Niñas”. O Tini, a secas.

Una propuesta educativa revolucionaria generada por la Asociación para la Niñez y su Ambiente (ANIA) y que AMPA decidió impulsar en Playa Azul y El Arenal como parte de su iniciativa Madre Gera, la cruzada que nada contra la corriente para recuperar la cuenca de cuyas cascadas se genera la electricidad que ilumina Moyobamba.

Pero Playa Azul no hace honor a su nombre. El pueblito escondido entre las montañas que recorre el Gera, hace tiempo se cansó de reflejar en sus aguas el azul del increíble cielo amazónico. El cauce cada vez está más flaco y si se miran las montañas que flanquean el poblado, es imposible no soltar una lágrima de impotencia. Claro, si se tiene corazón y una pizca de memoria.

Las montañas tienen heridas. Unos huecos inmensos producto de la deforestación burda que ha generado el hambre y la ignorancia de las primeras generaciones de migrantes al bosque. Una praxis proscrita que si bien ha disminuido en la región, en la cuenca del Gera parece una batalla a punto de perderse. Por eso ellos, los pequeños, son el as bajo la manga para salvar este paraíso y no claudicar en la defensa de los bosques y la vida misma.

La lucha no cesa por ellos. Sus padres son en su mayoría migrantes con costumbres extractivas muy arraigadas y poco, o casi nada, se puede hacer para cambiarles el chip. Por eso se decidió que la estrategia de cambio, la lobotomía en favor de la amazonía, tuviera largo aliento y los protagonistas fueran los pequeños.

“Los niños están en pleno proceso de deconstrucción de lo aprendido, de lo que ven en el monte cuando sus tíos o papás cortan árboles y queman los desperdicios para sembrar. Mediante una metodología lúdica con los muñecos Ania y Kin, les enseñamos valores como honestidad, solidaridad, la importancia del bosque, la necesidad de amar y retribuir a la naturaleza todo lo que nos da. Ellos ya saben que pasará si un día el bosque muere”, cuenta Juan Rojas, el profesor y culpable de una sana revolución.

Un fenómeno social que está en capullo pero que despierta esperanza. Sobre todo cuando se escucha decir a los niños que la basura tiene su lugar, que los bosques son un tesoro que no es de nadie pero es de todos. Cuando comentan que ayer Ale, un pequeño que no pasa de los 8 años, corrigió a su papá sobre el origen de esos relampagos que caen como latigazos de fuego sobre la cancha de pasto chúcaro y arcos de cetico.

Pelotas y computadoras convertidas en macetas de hierbas aromáticas y flores fosforescentes. Un jardín botánico endémico, mensajes a la conciencia regados en las paredes para no perder la fe en que algún día se frenará el desmadre. Esto es el Tini y ellos están felices de estar aquí, tanto que más de una vez le han dicho al profesor que las clases deberían durar para siempre.

Es hora de despedirse del Gera y esta vez Seleni es la primera en correr para la foto. Todos lucen los polos del Tini y el cielo amenaza con venirse abajo. Pero no importa si nos mojamos, susurran los pequeños y nos piden que volvamos a venir. Que para la próxima Seleni dirá fuerte y claro su nombre, Jean Pierre hará rebajitas a las macetas de pelota y todos hablarán con sus padres para pedirles que, por favor, no ensucien la entrada del pueblo, que la basura tiene su lugar.

El dato:

Tini tiene una filosofía tripartita: Para mí (siembra de hortalizas) Para mi comunidad (el bosque como farmacia natural) y Para la naturaleza (plantas y árboles). La población recibió cocinas mejoradas y se le capacitó en buenas prácticas agrícolas y elaboración de abonos orgánicos. Además, se instalaron filtros de agua en las escuelas. Todo gracias a nuestro cooperante Forest Trends.

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