El equipo de AMPA realizó pruebas con el tradicional insumo amazónico en Loreto, buscando subproductos que impulsen el desarrollo de concesiones para conservación manejadas por comunidades

Una inmensa cancha de fútbol, más grande que la del propio estadio nacional y tan irregular que bien podría filmarse allí un capítulo de los Súper Campeones, nos da la bienvenida a la comunidad de Nueva Unión, Loreto.

El viaje desde el puerto de Nauta nos ha tomado cuatro horas en deslizador, surcando el imponente caudal del Marañón. La pálida belleza de las garzas revoloteando y el chapoteo de peces dorados en un río que parece de chocolate, anestesian el estertor que sale de un inmenso motor Yamaha.

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Miguel Tang y Elisban Bazán, del equipo de Economías Verdes de AMPA, Pedro Paucarcaja del equipo técnico de AMPA Loreto y un puñado de socios de la concesión para conservación 2 de Mayo de Muyuy (Belén, Loreto) han llegado a esta ordenada, limpia y cálida comunidad para aprender y enseñar. Para compartir y entrenar.

Pero hay otro Miguel que está más chino de risa con la visita. Miguel Murayami Yaicate, presidente de la Asociación Napyzara Kamatawara no puede contener la emoción, se seca el sudor en su polo del Bayern Munich y dispone que ayuden a subir las talegas de los ingenieros.

El ingreso a la comunidad tiene como antesala un hermoso puente de madera. Un espigón hecho a pulso que sirve de conexión con el mundo cuando el río se vuelve chúcaro e inunda hasta las ganas. A pocos pasos de ahí se levanta el humilde y multifuncional local donde funciona el Pronoei. Esa cabaña ha sido dispuesta por el apu para que los ingenieros ampeanos prueben las mil y una formas de sacarle el jugo al aguaje. De eso depende que su pueblo tenga más futuro y menos hambre.

“No vaya a pensar que siempre es así, “inge” Solo por hoy, para recibirlos como se merece hemos suspendido las clases. Para la próxima la concesión ya tendrá su propia maloca. La comunidad nos ha regalado 100 metros cuadrados para hacer allí todito”, dice el Apu de la comunidad, Manuel Murayami, mientras las señoras del pueblo corretean tres gallinas que se resisten a estirar la pata y servir de fiambre para la gente.

Sacándole el jugo al aguaje

La comunidad ha entendido que si seguían macheteando palmeras y quemando árboles, el bosque se acabaría. Así que, en abril del 2017 y con el soporte de AMPA, el gobierno regional les otorgó 1507 hectáreas de aguajales por 40 años renovables para su administración y manejo sostenible. Así nació la Concesión para Conservación «El Guacamayo».

La gente  hoy anda entusiasmada. Probarán las diversas formas de sacarle el jugo (y literalmente la pepa al aguaje). Acostumbrados sólo a recolectar los frutos y venderlos como materia prima, esta vez la capacitación tiene como objetivo probar junto al equipo de AMPA cómo aprovechar todo el insumo y generar subproductos.

Lo primero que testean es la extracción de aceite de aguaje y determinan que el mejor método será el prensado porque la extracción por cocción y secado es poco uniforme. Primera conclusión: Sí se puede y será con prensa. ¡Aceite para todo el mundo!

La segunda prueba termina siendo un concurso que despierta el entusiasmo. Se forman tres equipos que compiten para ver quien saca más pepas de aguaje en menos tiempo. En una tabla gruesa se han dispuesto tres prototipos de despepitador fabricados por Luis Gómez -por encargo de la dirección de Economías Verdes- para medir su efectividad. Tras 10 minutos de faena salta la conclusión: dos modelos son los más apropiados por el ángulo de la chancadora, el otro ya fue. Sin embargo, los pobladores apuntan que el material debe ser mas duro, más tieso. Tiene que ser de acero inoxidable para evitar los dobleces con el punche a la hora de chancar. Tres ensayos más de pulpa deshidratada concluyen los experimentos de campo.

Trepando ilusiones

El segundo día de visita tiene como objetivo domesticar los subidores que han perfeccionado los muchachos de Parinari, una comunidad a 15 minutos en balsa desde Nueva Unión. Los aparejos tienen arnés y dos listones de tela. No se parecen mucho a los cabos con los que la gente de Murayami está acostumbrada a trepar palmeras para bajar el aguaje. Hay un poco de desconfianza y escepticismo.

Por eso cruzaron el río y fueron hasta Parinari para instruirse en las artes de subir a la palmera más rápido, con mayor comodidad y, lo más importante, con total seguridad. En 20 minutos los rostros enjutos comienzan a dar paso a sonrisas tímidas y al “así es más fácil, cho”.  Es hora de regresar a la comunidad para entregarles oficialmente las herramientas que AMPA les ha traído.

El partido de fútbol hubiese terminado en goleada pero Miguel Tang se encargó de marrar tres goles en la boca del arco. Entre risas y bromas la gente le pide que juegue para Argentina el 5 de octubre, que así clasificamos de todas maneras. Ahora Tang está chino de risa, pero los más felices son los pobladores de esta acogedora comunidad que miran con más entusiasmo el futuro, entienden que es un proceso donde hay que ponerle corazón y ganas. Ahora ya saben que el porvenir tiene forma de aguaje y sabe a conservación.

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