Las noticias corren y duelen, son 17 millones de pérdidas cuantificadas en San Martín en solo 2 semanas, 3,356 viviendas afectadas, y la necesidad de más de 40 millones de soles para afrontar la emergencia en Alto Amazonas, más de 8,300 ha de cultivos afectados solo en el Alto Mayo, y en el Bajo Huallaga la cifra llega aproximadamente a 6,000 ha; las cifras de pérdidas económicas bordean los 140 millones de soles que solo afecta directamente a los productores de arroz; se han declarado en emergencia provincias enteras por los desbordes de los ríos Huallaga, Saposoa, Mayo y Huayabamba; y seguramente existen muchas más pérdidas que no están en el radar de las autoridades. Caos que han generado muertes lamentables por deslizamientos en las carreteras y ríos revueltos, ciudades desabastecidas, tensión y desesperación de madres de familia que pierden todos sus bienes, niños que posiblemente no puedan iniciar sus clases a tiempo por el colapso de la infraestructura escolar, pueblos indígenas aislados por puentes caídos; aumento del precio de alimentos, desolación que indigna, ciudades sin agua por el arrastre de sedimentos, comercios cerrados, vuelos cancelados, incomunicados, puentes colapsados.

Como seres humanos estamos siempre tentados a buscar culpables y razones místicas para explicar la ocurrencia de estos desastres causados por eventos climáticos extremos predecibles y provocados por el cambio de clima a nivel global de forma inminente, que nos afecta a todos sin distinción. La ciencia nos indica que en los Andes Tropicales, uno de los ecosistemas más vulnerables del planeta ante el cambio climático, el aumento de la temperatura será de hasta 3°C hasta 2046; y esa aceleración está produciendo efectos drásticos en la biodiversidad y en la presencia de plagas y enfermedades, como la roya del café que tanto daño ha hecho a la economía regional y nacional. Está más que demostrado que el cambio de uso del suelo en un contexto de calentamiento global, empeora los efectos del cambio climático, siendo la causa de una extinción masiva de especies de la biodiversidad.

La respuesta política se siente a través de la atención a los damnificados, no podemos ser indiferentes al dolor de los seres humanos, aplaudimos la rapidez y el compromiso de las autoridades, pero es importante que esta urgencia no se convierta en miopía en las alternativas que se proponen. Como ejemplo de ello, se encuentra el proyecto de carretera Moyobamba – Balsapuerto, con la falacia de que una carretera puede ser la solución a las interrupciones de las vías actuales, cuando en realidad las carreteras son una de las principales causas de la deforestación y que justamente, los desastres ocurren por la deforestación (deslizamientos e inundaciones); estos desastres dejarían de ser una preocupación constante si los bosques no fueran cortados ni quemados como viene sucediendo. El bosque no es un obstáculo para el desarrollo. Lamentablemente las predicciones para los siguientes años son más desfavorables: grandes sequías e intensas lluvias, periodos largos de climas extremos que afectarán aún más las actividades económicas, la recurrencia de enfermedades que afectarán la salud de la población serán mayores, pero principalmente cambios que provocarán que no contemos con servicios ambientales o ecosistémicos fundamentales para la vida como el agua, la biodiversidad del bosque que representa nuestra medicina y alimento, disminución de la proteína disponible para mantener poblaciones saludables, como la pesca y los animales del monte, y lo que nos provee la agricultura; por lo tanto nuestra competitividad será menor; lo que se traduce en un círculo vicioso de nunca acabar, mayor pobreza y mayor presión al bosque.

Es hora de entender la importancia del bosque en nuestras vidas, ésta es nuestra casa y no tenemos más a donde ir. ¿Queremos seguir como estamos?, ¿condenados?; o ¿queremos asumir nuestra responsabilidad y comprometernos a generar soluciones?; lo primero que debemos hacer es romper el mito de la abundancia de la Amazonía; libremos una lucha frontal contra el desconocimiento y la ignorancia sobre la verdadera vocación del territorio; trabajemos en la recuperación de los bosques; así como en la restauración multipropósito con fines de producción de madera, disminución de la erosión, aumento de la fertilidad, y conservación de servicios ecosistémicos. Innovemos en nuestras propuestas de solución, apoyemos a consolidar las iniciativas de conservación nacionales, regionales, privadas y comunales para que las organizaciones de agricultores, rondas campesinas y comunidades indígenas, puedan lograr la autosostenibilidad de sus áreas, y éstas les puedan generar ingresos, para que los bosques en pie, manejados sosteniblemente por nuestra gente puedan convertiste en un canon importante que dinamiza la economía local. La conectividad es importante y clave, pero debemos, antes de la apertura de las carreteras, contar con herramientas de gobernanza territorial y otorgamiento de seguridad jurídica, trabajadas de manera participativa y de ser necesaria con consulta previa; a fin de evitar conflictos, invasión de migrantes, ocupación desordenada (que implica mayor número de población a ser atendida en el futuro como damnificados). Es necesario apostar de manera osada en la implementación de medidas de adaptación, entre ellas, la prevención de desastres, que no son naturales, los desastres son el resultado de la combinación de la vulnerabilidad física del territorio con la intervención humana.

Tenemos todas las condiciones para ser líderes en gestión territorial sostenible. Contamos con la única herramienta de gestión territorial en el Perú que es de uso obligatorio, que es la Zonificación Ecológica Económica – ZEE, así como las Políticas Territoriales Regionales; por lo tanto hay que direccionar el uso y ocupación del territorio hacia las orientaciones que nos brindan estas herramientas. Innovemos y desarrollemos una economía sostenible baja en carbono, con cadenas de valor diversificadas y climáticamente inteligentes, produciendo más en menos espacio, disminuyendo la presión al bosque y reduciendo la deforestación a cero y sin quemas (el hollín y el humo cambian el ciclo de las lluvias generando precipitaciones intensas y dañinas como las que vienen sucediendo, aumentan las estaciones más secas y contribuyen a la desertificación); una economía que sea generadora de empleo competitivo articulado al mercado y que aporte significativamente al crecimiento del producto bruto interno – PBI regional y nacional.

Las autoridades de agua, los gobiernos locales y regionales, los concesionarios de las carreteras deben de ser más valientes y respetar las franjas marginales, no se pueden permitir actividades productivas y asentamientos poblacionales a orillas de los ríos y quebradas, menos autorizar urbanizaciones en antiguos lechos de ríos y en barrancos. La reubicación es molesta pero necesaria, no arriesguemos la vida de nuestras familias. Igual situación lo están las franjas marginales de las carreteras (es solo cuestión de hacer cumplir la ley). No están en juego la cantidad de votantes ante una elección, está en juego nuestras vidas, la de nuestros hijos. San Martín ha avanzado en la conservación de bosques (casi el 50% del territorio tiene otorgado una categoría de conservación). No estamos empezando de cero, existen ejemplos de recuperación y restauración del bosque, personas e instituciones que han conseguido recuperar el equilibrio y la armonía, los caminos están trazados, hay que masificarlo. Pero no es suficiente, debemos ser más agresivos en nuestras decisiones, y estar alertas en el resguardo del territorio para las generaciones de ahora y del futuro.

Karina Pinasco Vela

k.pinasco@ampaperu.info

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